El vacío es pérdida, dolor, amor, retracción y expansión. El vacío no solo es la ausencia, sino también un espacio lleno de posibilidades. Algo que está, deja de estarlo y se genera espacio. ¿Cómo gestionamos el espacio dejado por aquello que ya no está? ¿Cómo enfrentamos las expectativas no cumplidas?
Este momento de vacío nos brinda la oportunidad de pausar, reflexionar y tomar conciencia de nuestra vida. Es la inteligencia del ser que nos invita a explorar nuestras emociones y elegir cómo queremos llenar ese espacio. Enfrentar el vacío puede generar ansiedad y temor, pero también es el inicio de una búsqueda interna para descubrir qué nos hace vibrar y vitaliza.
Los momentos de vacío son oportunidades para sembrar nuevas semillas en nuestra vida. Al atravesar estas crisis, podemos elegir entre ser víctimas o supervivientes, tomando la responsabilidad de cómo queremos vivir. La autora Edith Eger, en su libro "La bailarina de Auschwitz" nos inspira a enfrentar la realidad y decidir qué hacer a partir de ella.
La belleza del vacío radica en la posibilidad de elegir, de tomar la vida en nuestras manos y usar las crisis como oportunidades de crecimiento. En lugar de ver el vacío como algo que debe llenarse rápidamente, aprendemos a estar presentes, sosteniendo la espera y confiando en que algo florecerá al hacer conciencia.
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