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La Crítica interna y la niña herida




En el interior de cada mujer y también de cada hombre, suele habitar este personaje al que llamaré “la Crítica” - si bien se la conoce por muchos nombres, como “la Autoexigente” o “la Censora”.

Es un personaje de lengua afilada, voz mandona, y que suele tener una palabra sobre cada acto y pensamiento emitido por la persona a la que habita.


La Crítica vive en nuestra psiquis desde que éramos niñas, y la alojamos y le dimos lugar como una forma de protegernos del desamor y el rechazo (que es lo que más aterroriza a un niño).

Ella fue nuestra guía para ser niñas buenas, identificando lo que agradaba a los adultos y a la sociedad, y avisando cuando algo iba en contra de eso - es decir, a favor de no ser amadas y aceptadas.


Al irse instalando la Crítica, nos fuimos acercando cada vez más a la perfección, y también nos alejamos del disfrute, la espontaneidad, los sueños, y de nuestra esencia.

Esa crítica que en sus inicios estuvo al servicio de proteger del rechazo del afuera, fue con sus palabras y juicios sembrando también el desamor y la no aceptación de nosotras mismas.


Y así como en la psiquis de cada mujer habita la Crítica, también vive en lo profundo del corazón la vieja Sabia, esa que mira lejos y que nos da los indicios que necesitamos para encontrar el hilo que lleva a la senda del corazón, y que nos enseña a hacer alquimia y transformar lo que ya no sirve - las criticas y todo lo que nos aleja de nosotras mismas - en abono para seguir adelante reconectadas con nuestra esencia.

Para sanar desde adentro y para dejar de creerle a esta crítica cuyas palabras tienen tanta fuerza y peso, lo primero es identificarla, reconocerla, registrarla. Comenzar a tomar conciencia de la forma en que habla, del tono de su voz ¿se parece al de alguien conocido? Los responsables de introducir a la Censora en nuestra psiquis suelen ser personas de nuestro entorno con sus gestos o comentarios generalmente no intencionados, y sin embargo, críticos: un padre, madre, abuela o abuelo, maestros...


¿Y qué sensaciones o emociones generan en vos estos pensamientos no amigables? ¿angustia, miedo, tensión muscular? Muchas veces no registramos los pensamientos pero sí podemos darnos cuenta que nos sentimos mal: un signo de que la "radio" está otra vez encendida.


Practicar el autorregistro y la toma de conciencia es clave para poder reconocer todo esto en nosotras; y al hacerlo abonamos la tierra para sembrar en cambio la voz de la autoaceptación y autovaloración. Al mirar y alumbrar a la crítica, empiezan a salir a la luz heridas viejas de falta de amor y de reconocimiento: ahí está nuestra niña herida, esa niña que se sintió no mirada, criticada, y comenzó a sentir vergüenza de sí y a ocultar su brillo y esencia. Desde la adulta que sos hoy, podes darle a tu niña interna lo que necesita, aquello que le faltó, abrazándola, animándola a jugar, a que se suelte, mirándola con mucho amor.


Pócimas:

- Practicar el autorregistro con ejercicios de respiración, meditación o en espacios terapeúticos (buscar compañia habla de que sos humana, te pasan cosas, no sabes todo y sin embargo contas con el gran recurso de pedir ayuda),

- Utilizar las afirmaciones: escribí en un papel en positivo "soy muy valiosa" "soy hermosa" "soy un montón de cosas buenas". Notarás como la censora enseguida sale a contradecirte, y de esa forma ¡la seguís conociendo! A su voz, sus palabras, su mecanismo de operación.

- Regalate momentos para vos: hoy salgo a tomar un café por y para mi, ya que lo valgo. Y mañana puede ser un paseo por el parque, y pasado una baño de inmersión. Lo importante no es la acción en sí sino la intención.

- Buscar una foto de tu niña, tenerla presente y recordar lo que disfrutaba hacer, y hacerlo cada tanto: pinta con lápices de colores, comprarte un rompecabezas, baila y cantá en la ducha..


Te celebro y nos celebro


Abrazo fuerte,


Francisca







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